Los vicios son una serie de costumbres que comúnmente parecen ser difíciles de superar y que pueden crear un daño de cualquier tipo. Los más comunes son el tabaquismo, el alcoholismo, la drogadicción y el amor. Son los más comunes porque resultan ser los más llamativos, aunque probablemente sean los menores, si nos percatamos de que la vida está llena de vicios. No siempre son dañinos, o mejor dicho, no en cualquier momento, en efecto, existe un tiempo en el que lo son todos. El cigarro daña a los pulmones, el alcohol al hígado, la drogas al cerebro y el amor crea locura, principalmente.
Habiendo dicho esto, pensemos en un vicio específico ya mencionado, el amor. ¿Por qué pensar que lo es? Es simple, con el paso del tiempo, cualquier costumbre, más allá de su origen bueno o malo, tiene consecuencias adversas. Es un hecho que comienza con una postura bondadosa, en la cual se comparte y se desea lo mejor, para cada uno. También es verdad que el amor es el sentimiento más grande, que mueve muchas cosas y que cambia sentidos y momentos, sin embargo, en exceso, como todo, es perjudicial. Tenemos la tendencia a convertir las cosas en costumbre, en tradición, más aún si nos generan alegrías, pero, hay que tener cuidado, las costumbres suelen crear conformismo, provocan estancamiento, no importa cuales sean. Es parecido en la religión, buscamos las respuestas constantemente en un acto de fe, lo cual es contradictorio, pues en la fe sólo se encuentra esperanza y al momento de convertirse en costumbre, uno queda esperanzado permanentemente y deja de buscar realmente las respuestas. Se crea una costumbre que difiere de la lucha por conseguir lo real por mantenerse creyendo.
Tanto el amor como la religión seguramente tienen efectos que provocan bien, a muchos, sin duda, los salva de situaciones desastrosas. Pero es necesario saber que, como todo en la vida, son pasajeros y que nadie, por ningún motivo, se puede quedar en un mismo lugar sin que haya cambio a su alrededor. La misma satisfacción, en exceso, es dañina, porque la adversidad provoca crecimiento, que a la postre es una nueva satisfacción. No mal entender, no hay que hacer el mal ni buscar problemas, no hay que odiar ni dejar de amar, solamente hay que amar los momentos, no una eternidad, es decir, debemos amar, tal vez siempre, pero diferentes cosas, crecer, evolucionar, mejorar, no amar lo que queda, lo que está ahí siempre. No caigamos en conformismo, no nos hagamos daño con excesos. El amor, como la felicidad radica en sentirse pleno en un momento de la vida o varios, pero hay que tener claro que no existe amor ni felicidad eterna, no hay que buscarlos como destinos sino como momentos que hay en un vida. Hay que buscar crecer, mejorar, no conformarse, tener errores para corregirlos y no escudarnos detrás de alguien para no combatir los problemas, hay que lucharlos y superarlos.